LLEGÓ CON TRES HERIDAS:
LA DE LA VIDA, LA DEL AMOR, LA DE LA MUERTE
El poema de Miguel Hernández que titula estas líneas nos recuerda que existe un estrecho vínculo entre violencia y erotismo, entre la sexualidad y la muerte (Eros y Thánatos), entre el placer y el dolor. Artistas, poetas, escritores y filósofos como Rodin, Bataille, Baudelaire o Freud, resaltan en sus obras de qué manera el sexo se convierte en la fuerza pulsional constitutiva del sujeto, pero aquello mismo que lo crea, inevitablemente, también acaba destruyéndolo (corrompiéndolo, oxidándolo) al final del viaje.
Existe una intangible frontera entre el goce y el sufrimiento, entre lo abyecto y lo sublime, la vida y la muerte… Las obras de Mª José Zanón se deslizan entre esos límites delicuescentes, pero también en la línea divisoria entre lo axiomático (la codificación de los conceptos de lo masculino y lo femenino en imágenes primordialmente genitales) y la alegoría, ilustrándose dichos conceptos en imágenes simbólicas que recorren desde el arte rupestre hasta los graffitis de urinario/callejón (captados por el diafragma de Brassaï, sintetizados en los brochazos de Basquiat o reformulados en los dibujos de Nancy Spero, pongamos por caso). Brassaï confesaba que se enfrentaba a las placas que hacía a los graffitis de las calles del París de los años 30 como si fuera un escultor, y reflexionaba sobre la necesidad de grabar, incidir, arañar, cincelar sobre materiales imperecederos esos símbolos de la vida, el amor y la muerte que manifiestan los deseos y miedos más profundos y atávicos de personas anónimas o artistas consagrados.
Las “Morfologías del Deseo” y las “Columnas de Eros” de Zanón tienen esa intensidad codificada y alegórica del graffiti, y la magia atávica del arte rupestre. No obstante hay que resaltar la contemporaneidad de los símbolos que la artista crea, cincela, funde, graba, suelda, oxida, pule, fija y da esplendor sobre los materiales que ni se crean ni se destruyen, solamente se transforman (piedra, cera, hierro y pigmento) en rotundos y a la vez ambiguos genitales “femeninomasculinos”: falo/vagina, lingam/yoni, yin/yang; todos ellos símbolos binarios y axiomáticos de vida, amor y muerte en variadas culturas.
El soporte que utiliza fundamentalmente es el hierro, tratado y oxidado. Su dureza y su superficie nos remiten a lo que Brassaï consideraba como la necesidad de liberar todo lo que está reprimido y suprimido de todo aquello que lo oprime, e inscribirlo eternamente sobre el material más duro e imperecedero posible. Sobre esa superficie se produce la alquimia artística que convierte el tabú de la representación directa y sin tapujos de los genitales en la exorcización de los deseos y las pulsiones.
Entre las técnicas que la artista suele emplear destaca la minuciosa oxidación del hierro que nos remite a las “pinturas de oxidación” de Warhol, las cuales se hacían a partir de lienzos preparados con cobre oxidado con orina. En el metabolismo de los seres vivos (animales y humanos) existe la oxidación interna y externa; las exudaciones del cuerpo humano, la sangre, la orina, el semen, el sudor se oxidan y provocan a su vez la corrosión de los metales, es decir, sufren una serie de procesos de transformación de sus características: color, textura, composición, etc.
Estos procesos de oxidación aplicados a los materiales que la artista emplea son inseparables y afines a la simbología contenida en sus obras: Morfologías del deseo y metamorfosis de los materiales: lo orgánico corroyendo lo inerte, lo abyecto contaminando lo sublime y el principio masculino insertado en el principio femenino. Desde la prehistoria hasta nuestros días el principio generatriz de la vida ha sido simbolizado por los órganos sexuales/reproductores, desde la forma más o menos críptica o abstracta hasta la más realista, inmediata y/u obscena (por tanto más autentica) de Courbet o del graffiti callejero.
El Lingam es el signo tántrico representado por una forma ovoide de piedra dentro de una concavidad y simboliza la unión del órgano masculino (linga: literalmente miembro viril) engastado en el sexo femenino (yoni: vagina, vulva). Su culto esta ligado a los ritos sexuales de fecundidad; simboliza la renovación constante de la energía creadora del universo, provocada por la fusión de lo masculino y femenino, el cielo y la tierra, el espíritu y el cuerpo. El ritual tántrico simula la eyaculación simultánea de los dos principios, vertiéndose sobre el Lingam un líquido blanco viscoso de leche y miel que es la metafórica encarnación del mismo Shiva. Lo masculino es equilibrado y/o penetrado por lo femenino y viceversa, como en el otro símbolo dual del Yin Yang: el Yang/lo masculino/la luz contiene la semilla del Yin, del mismo modo que el Yin/lo femenino/la oscuridad contiene la semilla del Yang.
Sin embargo, los mitos griegos nos relatan una violenta y radical separación entre los sexos desde su génesis primigenio: El dios Urano fue castrado con una hoz por su hijo Cronos/Saturno y su miembro amputado fue arrojado al mar formando una espuma seminal y sangrienta, caldo de cultivo generatriz de la que surgió Afrodita/Venus Uraniana sobre una concha venérea/afrodisíaca. Así pues, Venus restituye en su hijo Eros la masculinidad emasculada de su abuelo Urano. Eros es, en este mito, la sublimación de la sexualidad abyecta u obscena, la que no se puede ni debe ver.
El mito fundacional del Amor que nace de la Muerte (o de la imagen icónica de la sexualidad femenina que emerge de la violentísima castración masculina) se desliza en ese límite delicuescente entre lo abyecto y lo sublime: Cuando algo es expulsado de su espacio orgánico: boca, ano, pene o vagina, es considerado materia de desecho, se transforma en algo sucio, repugnante, abyecto y adquiere otros significados más complejos cuando es trasladado al terreno de lo social y lo cultural. Verbigracia: El semen y la sangre derramados, una vez fuera del organismo y en contacto con el exterior, lo mismo que cualquier otro fluido orgánico, se desnaturalizan, se “oxidan”, se “corrompen” … o según el mito crean a la más hermosa de las diosas, la del amor, el sexo y el deseo: Venus Afrodita, cuya inspiración recorre toda la historia del arte, de la cultura y del psicoanálisis.
Sin embargo, más allá de mitos y símbolos, las amargas lágrimas fundidas de las “Columnas de Eros” que destilan las “Morfologías del Deseo” bajo la forma de incisiones sobre metal son humanas, demasiado humanas; surgen de pequeñas heridas cauterizadas y/o vasos rebosantes que segregan un placer irrespetuoso, egoísta, carnal y líquido al tiempo: delicuescencia en estado puro. La belleza no es el objeto de la creación, es su recompensa.
LOURDES SANTAMARÍA BLASCO
EXPOSICIÓN PASAJES VELADOS,
María José Zanón Cuenca.
FUNDACIÓN CULTURAL FRAX DE LA COMUNITAT VALENCIANA
Comisariado
Dña. LOURDES SANTAMARÍA BLASCO
Texto
Dña. LOURDES SANTAMARÍA BLASCO
Fotografías
Dña. Mª JOSÉ ZANÓN CUENCA
ISBN: 978-84-613-8612-3